Sin puentes y sin sueños

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Por: Denia León

La función del Estado ha cambiado con el paso del tiempo, después del fracasado modelo de Sustitución de Importaciones de la década de los setenta, los países subdesarrollados han pasado de reguladores de la actividad económica a emisores y gestores de políticas públicas que supuestamente impulsan el desarrollo económico del país .

En la era de las privatizaciones de las empresas públicas quedó demostrado que ese modelo económico estaba condenado al fracaso, ahora estamos frente a un nuevo modelo económico, denominado “Alianzas Público Privadas” que incluye como es el caso de Honduras, las “Zonas Especiales de Desarrollo (ZEDES)”.

En la práctica, este modelo no es otra cosa,  que el concesionamiento de tierras, puentes, agua, minas, carreteras, puertos, aeropuertos y en general,  los pocos negocios que aún conserva el Estado los cuales, se les van cediendo a  inversionistas nacionales y extranjeros en condiciones favorables bajo el argumento, que generarán empleo y riqueza  aunque en la práctica, sucede lo contrario pero como el modelo es “amigable” para la clase política y gobernante, se implementa bajo la premisa que al momento del reparto de los “despojos del poder político y económico” surgirán nuevos ricos que reactivarán la economía del país.

En un documental de Inside Job que se refiere a la crisis financiera del 2008, señalaba que en estos tiempos, la economía estaba siendo regulada por los denominados “ingenieros financieros” quienes dejaron de construir puentes que son cosas reales para construir sueños llevando al mundo entero a iniciar un proceso de descalabro financiero.

Es por ello que  se preguntaba: ¿Qué hacer para desregularizar la codicia que abate a estos países? Una pregunta sin respuesta en una sociedad rica acostumbrada al consumismo la cual es gobernada por élites políticas y empresariales que buscan enriquecerse a la velocidad del rayo. Pese a que estos constructores de sueños nos han afectado con sus políticas económicas y sus famosos modelos que concentran la riqueza entre unos pocos, es la falta de empleo, la corrupción y la impunidad que nos tiene al borde de la ingobernabilidad.

Así que no resulta casual que los constructores de sueños, además de preocuparse por nuestra macroeconomía, ahora dirigen su mirada hacia el Triángulo del Norte de Centroamérica con su famoso proyecto Alianza para la Prosperidad en un claro afán de frenar la inmigración masiva de pobres hacia los Estados Unidos sin embargo, este “combo financiero” cuyo monto será alrededor de 673.5 millones de dólares como serán repartidos entre Guatemala, Honduras y El Salvador les asalta la preocupación sobre quién y cómo serán administrados de tal forma, que puedan garantizarle a los norteamericanos que sus impuestos, llegarán a la gente que los necesita y no se quedarán en las bolsas de los políticos de turno de estos países.

Guatemala desde hace ocho años ha iniciado el escabroso camino de la búsqueda de transparencia en el manejo de la cosa pública y aún sigue luchando a través de la CICIG sin embargo, aún está en su fase crítica. Así mismo Honduras tiene a los denominados “indignados” que exigen la CICIH pero ni Juan Orlando Hernández ni el gobernante de El Salvador Sánchez Ceren aceptan conformar la CICI al estilo guatemalteco.

Con un panorama político y económico tan complicado, todo indica, que la balanza terminará inclinándose por instalar la famosa CICI tanto en Honduras como en El Salvador aunque se corra el riesgo de iniciar un interminable proceso de enjuiciamientos a la clase política y hasta empresarial lo cual podría retrasar aún más el inicio del proyecto norteamericano y se corra el riesgo de tener un posible efecto negativo sobre sus inversiones y  la estabilidad política de estos países.

Es por ello, que aún cuando los “ingenieros de las finanzas” nos predicen que el PIB el próximo año en Honduras crecerá más allá del 2 ó 3% la realidad nos indica, que continuaremos dependiendo de las remesas familiares y de los incrementos internacionales a los precios de nuestras pocas exportaciones porque si no llegan los fondos de la Alianza para la Prosperidad, son remotas las posibilidades de construir  puentes reales y lo que tendremos no serán “sueños” sino pesadillas.

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