Gualzana por Denia León Esta historia es parte de un relato en el que se mezcla la realidad con la ficción. Es sobre un curioso personaje que deambulaba en las calles de mi pueblo . Son retazos de la memoria  que se pierde en la nebulosa de mi niñez.

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Gualzana

Mi niñez transcurrió en un apacible pueblo donde los días eran iguales, por las mañanas cuando el sol aún no aparecía en el horizonte, alumbrados con linternas de mano, emprendíamos largas peregrinaciones hacia los baños públicos regresando al pueblo cuando el sol aparecía en el horizonte.

Este hermoso paseo que se acostumbraba  realizar en  horas de la madrugada se había convertido en un ritual mañanero. Largas caravanas  empezaban desde las tres de la mañana y después de un recorrido de media hora, se llegaba a un lugar donde se encontraban los baños públicos cuyas aguas provenían de una montaña desembocando a través de una tubería en una enorme pila que abastecía de agua tanto al baño de hombres como de mujeres. Otra parte de esa agua cristalina proveniente de las montañas, corría naturalmente en las laderas hasta desembocar en  un riachuelo en el cual descansaban grandes piedras  que eran utilizadas para lavar ropa formándose diversas corrientes  de aguas turbias y espumosas que se perdían entre la vegetación del lugar.

La tupida vegetación de los alrededores hacía que el pueblo gozara de un clima templado sin embargo, al caer el  atardecer se comenzaba a sentirse un viento helado y aparecía una densa niebla que cubría los techos de las casas lo cual incitaba a los habitantes del lugar a  permanecer  en sus camas hasta que el sol comenzaba a salir en el horizonte y se esfumaba poco a poco la neblina que imposibilitada ver más allá de un metro de distancia.

Por  la noche la situación era similar, al caer la tarde nuevamente la neblina invadía las calles del pueblo por lo que sus habitantes procuraban permanecer cerca del calor del fuego que emitían los  trozos de madera que eran colocados en el hogar o en una tinaja hasta que se consumían y sólo quedaban los carbones encendidos. Pese a que el aire era frío se dormía apaciblemente, escuchando el susurro que producían los árboles que eran mecidos por el viento mientras  se escuchaba el croar de las ranas y los sapos que en alguno pequeño riachuelo pernoctaban por los alrededores del pueblo .

En ese lejano pueblo aislado un tanto de la civilización pues apenas contaba con un camino de tierra que serpenteaba desde la montaña hasta empalmar con la carretera principal , se podía viajar hasta  la cabecera departamental. Este camino para salir del pueblo tenía una cuesta empinada que era conocida con el nombre de “la cuesta del muco” en recuerdo a un nicaragüense que había muerto en un accidente al tratar de bajar por la escarpada montaña . La “cuesta del muco” como era conocida, era intransitable en los inviernos y muy peligrosa aún durante el corto verano,  sin embargo, sus pobladores gozaban de una relativa tranquilidad pues no era frecuente que extraños y  maleantes que visitaran el pueblo.

Las personas que transitaban por ese camino debían desafiar el tiempo y la gravedad por lo que apenas existían dos buses que habiendo sido desechados en la ciudad los cuales  habían venido a sustituir a las antiguas baronesas que no eran otra cosa que camiones de carga adaptados con asientos de madera los que al transitar por el tortuoso camino se balanceaban peligrosamente entre los dos abismos que bordeaban el empinado camino hasta llegar al empalme con la calle principal que los conduciría a la cabecera departamental la que apenas distaba unos veinte y siete kilómetros  del pueblo pero igualmente se tardaban dos horas en llegar porque aún no existían las carreteras pavimentadas en la mayor parte de la parte de la zona occidental del país ..

Los habitantes del lugar aunque gozaban de esa relativa tranquilidad, resentían  de sus autoridades que cada vez que se aproximaban las elecciones presidenciales se les prometía que les construirían una carretera que les ofreciera  mayor seguridad pero al pasar las actividades políticas tenían que conformarse con que las autoridades locales se las raspara lo cual favorecía a los políticos depredadores del bosque que habían comenzado a talar el mismo por lo que el clima comenzaba a variar, los frondosos árboles empezaban a desaparecer y el  agua a escasear.

Los políticos  se habían aliado con los dueños del bosque para instalar aserraderos que estaban dejando al pueblo sin sus pinares así mismo, pese a la peligrosidad de la “cuesta del muco”, habían comenzado a llegar los maleantes al pueblo especialmente en la fecha en que se celebraba la feria de la santa patrona del lugar.

Aún con todos estos cambios, aún en esa época era un hermoso lugar  rodeado de verdes pinares y calles empedradas que reproducían el sonido de los cascos de los caballos y de los pocos vehículos que transitaban por sus estrechas calles. El pueblo se había extendido alrededor de su plaza central frente a la cual se había construido un edificio estilo colonial en el que operaba la administración de la alcaldía municipal. Este edificio construido en L en su parte frontal, contaba con una fachada que exhibía un largo corredor cuyo techo era sostenido por varias columnas gruesas de madera de caoba que soportaban su peso.  En un costado del edificio, se encontraban las oficinas del telégrafo, el correo y la estación de policía y en la parte interior del mismo, separado por otro corredor interno, se encontraban dos pequeñas bartolinas cuyos nombres exhibían en la parte superior de las puertas donde se podía leer con un letrero lo suficientemente visible “La Tigra” y “La Leona” cada una de ellas, estaba destinada a albergar a personas de acuerdo a su  sexo que eran acusados de delitos menores .

La Tigra y la Leona estaban separadas  una de otra por una pared que medía casi un metro de espesor pues su construcción había sido hecha con adobe  y en la parte frontal solo contaban con una pesada puerta elaborada de madera de caoba que había sido diseñada en cuadros bastante robustos para que a través de los mismos, los reclusos recibieran aire y  si tenían que entrevistarse con familiares y amigos pudieran platicar sin temor a que pudieran escaparse pues estaban sus puertas selladas por pesados candados cuya llave permanecía  en poder del Alguacil del pueblo.

Este pintoresco lugar también contaba con una pequeña iglesia que colindaba con el edificio anteriormente descrito. La pequeña iglesia católica del lugar, empezaba a ser reconstruida  desde sus cimientos a raíz de la llegada de   un sacerdote italiano quien destinó todos sus ahorros y su herencia familiar en erigir esa hermosa iglesia hoy se exhibe en este típico lugar.

La iglesia que  construyó el párroco italiano, exhibía en la parte central un enorme reloj que  emitía sonoras campanadas de acuerdo a la hora que anunciaba la cual era repetida a los cinco minutos y una campanada cuando transcurría la media hora. En su parte interior, la iglesia exhibía enormes columnas que sostenían el cielo abovedado donde se podían admirar en sus costados algunos frescos pintados por los artesanos del lugar y a los lados unos hermosos vitrales traídos desde Europa .

La educación que se impartía en el pueblo era de tipo escolástica, habían dos escuelas una para varones y otra para niñas pues se consideraba que deberían recibir su educación primaria en forma separada, las clases se impartían en dos jornadas de trabajo y los estudiantes competían en caligrafía y ortografía por lo que su escritura era envidiable además aprovechaban los sábados para arreglar los arriates de la plaza pública que estaba frente a la iglesia y la alcaldía municipal donde florecían frondosos árboles  en torno a un quiosco en forma circular de dos plantas donde cómodamente se instalaba una pequeña banda musical llenando el pequeño parque de música y color.

Pero al estar por finalizar los años cincuenta, comenzaron a surgir rumores sobre una posible guerra civil provocada por la insistencia de los militares de asumir directamente el poder lo cual había provocado que civiles se armaran e intentaran hacerle frente  a  gobiernos civiles que aliados con los militares intentaban continuar ocupando la  antigua Casa Presidencial.

Los rumores de guerra y la conformación de guerrillas llegaban hasta este alejado lugar el cual comenzó a ser invadido por pelotones de militares con el  supuesto fin de resguardar a sus pobladores de los  denominados “rebeldes” que se habían replegado buscando un refugio seguro en las elevadas montañas que circundaban el pueblo las que según los militares, se habían convertido en el santuario de rebeldes que se resistían a entregar las pocas armas con que contaban.

Al principio los habitantes del poblado apoyaron a los militares y policías que habían tomado el control del pueblo porque pensaban que eso les daría seguridad pero pronto, los soldados con el pretexto de resguardar las fuentes de agua comenzaron a violar a las jovencitas que asistían en horas de la madrugada a los baños públicos, por lo que sus pobladores tuvieron que desistir de estos paseos mañaneros lo que dificultó el acarreo del agua hasta el poblado.

Poco a poco las dificultades de los pobladores fueron en incremento, los militares decidieron que todos los habitantes del lugar deberían dejar de circular por sus calles después de las seis de la tarde porque se había declarado un estado de sitio en todo el país lo cual obligaba a todos sus ciudadanos a recluirse en sus hogares desde tempranas horas del atardecer hasta que el sol comenzara a salir  en el horizonte

Aunque la población de este lejano pueblo no acostumbraba salir de sus hogares después de las nueve de la noche, salvo que tuvieran que ir de emergencia en búsqueda de algún medicamento los jóvenes en cambio, acostumbraban los fines de semana asistir a la iglesia y posteriormente pasear con su  pareja por la plaza del pueblo, a veces llevaban sus guitarras y cantaban baladas y en ocasiones los sorprendía la madrugada contando historietas de miedo pero eso,  les fue prohibido porque los militares temían un asalto sorpresivo de los “rebeldes” o que estos inquietos jóvenes se unieran a estas fuerzas civiles que operaban en la clandestinidad. Así que poco a poco los pobladores comenzaron a sentirse como si tuvieran casa por cárcel..

Poco a poco la tranquilidad del pueblo durante la noche fue sustituida por intermitentes ráfagas de fuego que se producían aisladamente lo cual inducía a pensar que se trataba de algún enfrentamiento entre las fuerzas policiales y los “rebeldes” que supuestamente acampaban en sus montañas y bajaban al pueblo al amparo de la oscuridad.

En esa época, entre los habitantes del lugar existía un curioso personaje de elevada estatura que medía aproximadamente unos dos metros por lo que era imposible que pasara desapercibido su nombre de pila nadie lo conocía sólo se sabia que venía de una aldea que era cruzada por un río conocido como “Gualzana” así que fue  bautizado con ese nombre por los habitantes del lugar.

Gualzana había aparecido en el poblado al llegar a la adolescencia sin que se supiera de dónde venía y como hablaba muy poco, se creía que tenía algún tipo de retraso mental  aunque entendía perfectamente cuando se le pedía algo, era respetuoso, callado  y diligente por lo que llegó a ser querido entre los habitantes del lugar sin embargo, con la llegada de los militares comenzó a circular el rumor que Gualzana deliberadamente mostraba algún tipo de retraso mental porque era el emisario de los “rebeldes” y que por eso se desaparecía del lugar durante días enteros internándose en las montañas del lugar ya fuera para llevar provisiones o traer mensajes a personajes del lugar que se decía que apoyaban a los que operaban en la clandestinidad.

Gualzana por su parte, parecía desconocer todos estos rumores continuaba imperturbable en sus actividades diarias sin demostrar temor o preocupación por la llegada de las fuerzas policiales y militares al poblado. Como era su costumbre, se limitaba a permanecer callado, atendiendo por igual a propios y extraños, realizando con prontitud los mandados que se le pedían , se levantaba al amanecer para emprender su recorrido por el pueblo ya fuera repartiendo la leche o atendiendo algunos requerimientos de agua, leña o lo que necesitara alguien del lugar a cambio de tales servicios,  recibía una porción de alimentos o de dinero que le permitía subsistir.

Los militares y policías que habían sitiado el lugar se habían acostumbrado a verlo ir y venir sin embargo, Gualzana les despertaba cierto tipo de desconfianza a pesar que suponían que era retrasado mental porque parecía ignorar las regulaciones que se le imponían a los habitantes del lugar así que  mientras todos se refugiaban a tempranas horas en sus casas, Gualzana era el único civil que  circulaba por las calles del pueblo llevando o trayendo algo entre sus manos. Al caer la noche si se le hacía tarde se refugiaba en el corredor de alguna casa que le permitía pasar la noche o si podía, desafiando el toque de queda llegaba hasta la pequeña casita donde vivía ubicada en las orillas del poblado.

Una noche de invierno, mientras el pueblo lucía desolado y las calles lucían cubiertas por una densa niebla que impedía distinguir con claridad a una persona más allá de un metro de distancia, se escucharon como era usual las botas de los soldados que resonaban en el empedrado mientras  patrullaban las calles del pueblo y a lo lejos, el aullar de los perros, Gualzana era el único civil que se atrevía a transitar por esas calles desoladas después del toque de queda, retornaba de sus largos recorridos en medio del silencio de la noche donde  se escuchaban  claramente las apagadas pisadas de sus pies descalzos.

Los vecinos del lugar que lo conocían sabían que era él cuando pasaba frente a sus casas porque sus pisadas diferían de las de los demás. Aunque los militares lo conocían los vecinos del lugar ,temían por su vida pero nadie se atrevía a abrir la puerta de su casa para darle albergue por temor a que los soldados irrumpieran en sus viviendas creyendo que se trataba de algún rebelde al que se le daba acogida o que traía algún mensaje de los hombres que supuestamente  habitaban en las agrestes montañas a la espera del momento oportuno para atacar a  policías y militares .

Cuando Gualzana estaba por pasar frente a la iglesia se escuchó que uno de los militares que patrullaban las calles, le gritó que se identificara, el inconfundible gigantón ignorando el llamado de “quien vive?”  con su pausado caminar continuó su camino en medio de la niebla hasta que una ráfaga de pólvora impactó obre su cuerpo dejándolo tendido en las inmediaciones de la  calle.

Al día siguiente cuando la gente del pueblo comenzó a salir a las calles pudieron ver que Gualzana aún permanecía tirado en la calle con un manojo de hierbas que mantenía aferradas a su mano derecha, había muerto de varios disparos en el pecho.

El temor de los habitantes del pueblo era que los militares también comenzaran a dispararles a otros civiles indefensos  por lo que empezaron a pensar en apoyar a los rebeldes a quienes nadie conocía pero que se suponía permanecían escondidos en algún lugar de las montañas aledañas al lugar.

Este fue el inicio de una rebelión callada que duró unos pocos  días pero pronto se esfumó bajo el influjo de las armas dándose comienzo a la leyenda de Gualzana, un hombre de un lugar desconocido  desafiando el poder de las armas encontró la muerte  incentivando por un breve espacio de tiempo a todo un pueblo a tomar conciencia sobre los peligros que representarían de las dictaduras militares.

Pronto los militares asumieron el poder de la nación, los rebeldes que se suponía operaban a la sombra de las escarpadas  montañas habían desaparecido, no se sabe si fueron una leyenda o un mito porque nunca  bajaron de las montañas. La leyenda de Gualzana aún persiste en el imaginario de los que vivieron esa época de terror, no se sabe si  fue un héroe o un pobre hombre que estaba en el momento y lugar equivocado  ..

 

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