Reserva moral

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Por: Denia León

Desde la década de los setenta, los gobernantes han recurrido al término “reserva moral” para apelar a diferentes organizaciones de la sociedad civil que representan alguna fuerza moral o espiritual que los respalde cuando sus “reservas políticas” caen en el agotamiento y el desprestigio público.

En los últimos tiempos, gobernantes y gobernados apelan a ese término como si se tratara de uno o varios ejércitos de hombres y mujeres que pertenecen a sectores determinados de la sociedad cuyos integrantes poseen determinadas virtudes democráticas o espirituales que los hace únicos e “incorruptibles” obviando, que  también forman parte del entramado social al que pertenecen.

En una sociedad polarizada como lo es Honduras donde impera la “cultura de la sospecha” que no es ninguna cultura sino pérdida de valores, hemos pasado por apelar a diferentes reservas morales.

A manera de ejemplo recordaremos que en la década de los sesenta, después de la guerra con El Salvador se identificaba a las Fuerzas Armadas como una “reserva patriótica”. En la década de los setenta cuando se combatían las dictaduras militares, se considera que eran los campesinos, obreros, y estudiantes los que conformaban la “reserva moral social” y al ingresar a un nuevo siglo, esa reserva, pasó a ser integrada por organizaciones de la sociedad civil y los comunicadores sociales pero que poco a poco todas estas dirigencias fueron cayendo en el desprestigio público salvo algunas honrosas excepciones.

Lo anterior propició que se retornara a la “reserva moral cristiana” la cual, en su momento, tuvo primacía la Iglesia Católica conocida en Chile como el “quinto poder” sin embargo, con el paso de los años, tuvo que ceder espacios importantes a la Iglesia Evangélica por lo que en la actualidad se supone, que la “reserva moral”, la componen católicos y evangélicos o “protestantes”.

En esta lucha por tener la representación mayoritaria de la “reserva moral” de la sociedad, han surgido diferentes actores cuyo fin principal se reduce a ejercer cierto control sobre el accionar del poder político que gobierna la nación.

Desafortunadamente, en el seno de estas y otras “reservas morales”, no puede esconderse que se ventilan asuntos más vinculados a los intereses partidarios y económicos que a los democráticos o espirituales por lo que no resulta casual que existan arreglos económicos, legales y políticos entre los involucrados lo cual termina por desalentar los pueblos que reniegan no solo de sus gobernantes y de los partidos políticos, sino que también de los que los representan en las organizaciones populares y de sus líderes religiosos a quienes culpan en última instancia, de la pérdida de su fe y esperanza.

No obstante que existen serias dudas sobre el quehacer fundamental de estas reservas llámese morales, patrióticas, sociales o espirituales, no podemos desconocer que entre todos estos sectores que conforman la sociedad, existe una verdadera “reserva moral”, que si bien es cierto, no es patrimonio exclusivo de un determinado grupo de la sociedad, representa una esperanza para el pueblo hondureño por lo que espera que los que les representan al más alto nivel, intercedan ante el poder político por verdaderos cambios en los diferentes ámbitos sociales, políticos y económicos.
En el caso concreto de la selección de los magistrados a la Corte Suprema de Justicia, constituirá para sus representantes una valiosa oportunidad para demostrarles a los hondureños que ameritan el calificativo de “reserva moral”.

Solo de esa manera podrán demostrarnos que realmente podemos confiar en sus organizaciones y que darán al “César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

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