Las redes sociales

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Por Denia León

El internet ha provocado grandes cambios sociales y políticos en América Latina. Las masas encabezadas por la clase media e impulsada por jóvenes a quienes se les ha cedido el protagonismo, han logrado aglutinarse a través de las denominadas “redes sociales” interactuando principalmente por facebook, twiter y otros medios de comunicación similares.

Estas herramientas tecnológicas, en América Latina previo a la crisis económica del 2008, habían sido utilizadas principalmente en los países más pobres, para divulgar asuntos personales y en ocasiones, incrementar las ventas en el mercado o ampliar la cobertura del mercado laboral, pero a consecuencia de la creciente pobreza y falta de oportunidades de trabajo, las redes sociales, han comenzado en Centroamérica, a ser utilizadas para la organización de movimientos sociales y la canalización del descontento popular hacia la clase política y el empresariado a los que se les responsabiliza del saqueo de las instituciones gubernamentales.

La conformación de estos movimientos sociales supuestamente dirigidos por jóvenes inconformes o “indignados”, ha propiciado un proceso de reformas políticas y sociales sin embargo, los gobernantes se quejan que atraviesan por un proceso de creciente ingobernabilidad que preocupa a la inversión extranjera.

Pese a ello, los grandes fabricantes y operadores telefónicos, se sienten “complacidos” con el avance de estas herramientas tecnológicas argumentando, que el uso del internet y especialmente de la banda ancha, ha provocado el abaratamiento tanto de los celulares como del uso del internet lo que permite la difusión de la información, la educación y la ampliación del mercado laboral.

Pero en países pobres como es el caso de Honduras, la realidad es muy distinta a lo que plantean los grandes inversionistas de las comunicaciones. En primera instancia, la difusión de esta tecnología no ha provocado cambios sustantivos en la educación, la cultura democrática o el mercado laboral porque las redes sociales, han sido utilizadas para asuntos privados y en segunda instancia, esta tecnología, ha provocado un drenaje progresivo de divisas hacia el exterior lo que agudiza la pobreza del país.

No obstante que este tipo de tecnologías no exhiben avances sustantivos en materia económica, no puede ignorarse que últimamente se han convertido en un instrumento de denuncia pública efectivo contra los abusos del poder. Esto ha provocado, algunos cambios en materia de aplicación de la justicia, transparencia en la divulgación de la información y rendición de cuentas.

Por otra parte, no se puede desconocer que los jóvenes han encontrado un espacio que les permite expresarse al extremo, que de impulsores han pasado a protagonistas en la lucha contra la impunidad y la corrupción.

Este despertar de la juventud ha desbordado las expectativas de la dirigencia política de oposición la cual ha sido relegada a un segundo plano sin embargo, aún cuando este movimiento social, luce efervescente, es notorio, que carece de un liderazgo sólido que garantice la efectividad de su lucha pues preocupa, que no se conoce aparte de sus conocidas consignas antigubernamentales, el ideario o los principios democráticos que la orientan y los alcances de los cambios que esperan obtener.

Es por ello, que surgen diversas interrogantes: Qué sucederá después que los tres poderes del Estado realicen su propia catarsis? Continuará este movimiento en constante oposición? Qué reformas sociales y políticas en concreto pretenden obtener? Quiénes lo liderarán en lo sucesivo o será de corta duración? Cómo evitarán que este movimiento degenere en una convulsión social? Quién garantizará que no será utilizado por intereses oscuros que minen o destruyan el debilitado estado de derecho? Qué reformas o exigencias tienen para el gobierno y la ONU en caso que se acuerde instalar la CICIH?

Porque si bien es cierto, el pueblo en general valora la valentía de los que enarbolan la “antorcha” contra la corrupción y la impunidad, existe el temor que este movimiento despierte una “bestia” que se alimente diariamente del morbo, el escándalo, la violencia, la sangre y se debilite aún más la frágil economía y el estado de derecho.

Además persiste el temor que se cumplan las palabras del filósofo y periodista español José Ortega y Gasset quien en su libro “La Rebelión de las Masas” publicado en el siglo XX, expresaba: “El alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho a la vulgaridad y lo impone donde quiera” y eso sería fatal tanto para los jóvenes como para las futuras generaciones.

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