Harry Kane ya es un ‘nueve’ mundial

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El ariete, hasta ahora exitoso en su país, reclama protagonismo con los dos goles de Inglaterra frente a una Túnez demasiado defensiva

Inglaterra sacó de centro y destapó su fútbol, flemático en la zaga y eléctrico en campo ajeno. Tocó durante 35 segundos la defensa, de aquí a allá, y al cruzar la divisoria lanzó un pelotazo a la carrera de Sterling. No salió bien en esa ocasión pero sí en muchas otras, sobre todo al inicio porque el equipo de Southgate salió al abordaje. No le quedó otra a Túnez que cerrar filas (de fábula) y correr tras el cuero, agradecido al principio con la sandez de Walker y descompuesto al final por la puntería de Kane, el capitán que se hizo líder en un solo encuentro.

Puede que Inglaterra carezca de futbolistas que marcan época —amén de Kane—, pero tiene una hornada muy competitiva, con gazuza de éxito y mucho más educada en lo táctico que en épocas anteriores, quizá por la colonizaciónuniversal sobre la Premier. Ya no es un seven-eleven [en referencia a los extremos, 7 y 11], un equipo que destila juego sin manufacturar y que se remite a las contras por los costados para sacar centros al bulto. Más que nada porque Southgate se cargó a la historia desde la alineación, con un 3-5-2 en el que por las bandas corrían los carrileros y en ocasiones las caídas de los volantes. Así que el fútbol de los pross se desarrolló por los pasillos interiores, con Henderson como brújula, con Dele Alli y Lingard como agitadores y Kane de referencia porque Sterling no dio pie con bola.

Toque y talento que floreció de buenas a primeras, cuando Kane disfrutó de un segundo para recibir y girar, para hacer la pared con Lingard y soltar un disparo que acabó en córner. En la continuación, Stones se alzó por encima del resto para rematar con fiereza y Hassen sacó una mano prodigiosa que no tuvo premio porque Kane, de olfato superlativo, recogió el rechace y la envió a la red. El festival de Inglaterra venía por arriba y a balón parado.

Ya había advertido Maguire en el saque de esquina anterior, con un remate que Hassen repelió para el asombro colectivo y con ayuda de la cruceta. Una jugada tan celebrada por su afición como fatídica para el portero, que segundos después enfiló lesionado hacia el túnel de vestuarios desparramando lágrimas de frustración. Ben Mustapha le dio el relevó y continuó con el trabajo bien hecho, también excelente para hacer el molinillo y escupir otro remate de Maguire, uno más de Lingard y otro de Dele Alli, que le dio con la coronilla y la envió al larguero. En esta ocasión el rebote fue para Stones, que le pegó al aire cuando ya parecía sonar de de nuevo el God Save the Queen.

Era un ataque y gol de Inglaterra, un ejercicio maravilloso que estropeó la inocencia de Walker, que sacó el brazo a pasear y golpeó en Ben Youssef tras un centro lateral. Un sinsentido que aprovechó Sassi, por más que Pickford lo rozara con las manoplas. El tanto cambió el marcador pero no la escaleta del encuentro, con Túnez empeñado en tocar desde la raíz para quedarse a medio camino; con Inglaterra con prisas por llegar a la portería rival, dañino por dentro (Lingard remató al palo) y arrebatador por arriba (Dele Alli no atinó un gol cantado).

Rashford y Loftus-Cheek añadieron picante al salir desde el banquillo, pero Túnez demostró que le sobra orden y orgullo, también pulmones. Hasta que Kane, de nuevo en la prolongación de un saque de esquina, puso el remate y el gol, además de una victoria que les sabe a gloria. Como a Kane, que ha pasado de ser el 9 de Inglaterra a un 9 mundial.

EL PAÍS

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