Sueños y realidades

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Por: Denia León

Estados Unidos ha sido considerada para los inmigrantes del mundo: la “tierra prometida” especialmente para los procedentes de Europa y Latinoamérica. Esas bastas extensiones de tierra que parte de ellas, pertenecieron a México, representan el “sueño americano”, simbolizan la tierra de la “libertad” y la prosperidad donde “fluye la leche y miel”.

Estados Unidos, entre 1820 y 1920 fue el país que más inmigrantes recibió. En esos cien años de su historia, el 15% de su población estaba compuesta por inmigrantes principalmente europeos los que impulsaron su desarrollo.

En la actualidad cuenta con más de 40 millones de inmigrantes de diferentes países y razas de los cuales, alrededor de 11 millones, son indocumentados. En el 2010 se estimaba que diariamente ingresaban a Estados Unidos más de 2000 personas indocumentadas y que de ellos, más del 50% lo hacían a través de la frontera con México.

A medida que ha crecido la población emigrante hacia Norteamérica, el “sueño americano” se ha convertido en una “amarga pesadilla” especialmente para los que cruzan sus fronteras en forma clandestina a través de México. Los inmigrantes nacidos en México que han logrado llegar a la “tierra de la libertad”, alcanzan la suma de 11 millones de personas y los centroamericanos, la cifra de tres millones de personas por lo que la población total proveniente de toda esta región, suma alrededor de 14 millones de emigrantes de los que se estima, que uno de cada cinco o cada diez dependiendo del país, permanece en forma ilegal o son indocumentados que arriesgaron su vida al atravesar la frontera entre México y los Estados Unidos.

Después de la recesión económica ocurrida en el 2008, las políticas de empleo para los inmigrantes indocumentados se han endurecido y aunque el presidente Barack Obama ha tratado que el Senado apruebe una reforma migratoria, esta sigue siendo un sueño para los indocumentados cuya situación económica en general, es cada día más precaria.

Por su parte, los gobernantes de estos países han hecho muy poco por frenar la migración masiva de sus compatriotas hacia los Estados Unidos pues economías como la de Honduras, dependen en gran medida de las remesas familiares provenientes de ese país del norte por lo que declaraciones del magnate Donald Trump quien aspira a convertirse en candidato presidencial por el Partido Republicano, ha despertado las alarmas y un sentimiento nacionalista y de solidaridad tanto entre mexicanos como centroamericanos pues para Trump, no existe diferencia entre unos y otros, por lo que no resulta casual que los identifique indiscriminadamente, como indigentes, narcotraficantes, delincuentes, ladrones, pandilleros o mareros.

Ese sentimiento de “xenofobia” o “mexicofilia” que abiertamente ha expresado Trump hacia los inmigrantes de estos países, ha elevado las voces de protesta de sus opositores incluyendo la del mismo presidente Obama pues temen, que se exacerben aún más los odios raciales aunque a los demócratas, no les vendría mal, que se inclinara el voto de los “hispanos” hacia ese partido sin embargo, no es menos cierto, que Trump entre los republicados, ha cobrado notoriedad política aumentando sus niveles de popularidad porque se ha atrevido abiertamente a manifestar lo que piensan la mayoría de los políticos e incluso ciudadanos norteamericanos.

Trump, últimamente aunque ha modificado su discurso político, persiste en la idea, que para frenar la inmigración de “mexicanos” se debe construir una gigantesca muralla entre Estados Unidos y México, posición que aunque usted no lo crea, es compartida por algunos compatriotas latinos que han logrado su ciudadanía los que al igual que Trump, consideran que los migrantes que ingresan a ese país por la frontera con México, son poco fiables, carecen de disciplina para el trabajo o la convivencia social y que al establecerse en territorio norteamericano, tratarán de vivir de la asistencia social lo cual aumentará sus impuestos, reducirá sus beneficios laborales o abaratará el precio de la mano de obra.

Pese a nuestros sentimientos nacionalistas o de solidaridad con los inmigrantes que subvencionan a los empresarios nacionales, no se puede desconocer que Estados Unidos tiene derecho a dejar entrar a su territorio a quien mejor les parezca pues nadie está obligado a cargar con responsabilidades ajenas.

No obstante lo anterior, dados los antecedentes del “imperio” con estos países, Trump o cualquier político que aspire a la presidencia de ese país, no podrá ignorar que existe cierto nivel de corresponsabilidad social con respecto a los problemas sociales que se han generado con sus vecinos en cuanto a pobreza,  corrupción, impunidad,  narcotráfico,  maras y pandillas.

Es por ello, que para frenar la inmigración hacia los Estados Unidos, países pobres como Honduras requieren del apoyo económico que permita el combate de estos flagelos que exterminan a la población y los norteamericanos por su parte, podrán dormir tranquilos su “sueño americano”.

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