¿Quién sabe cuándo se jodió Perú?

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A PROPÓSITO DE LA RENUNCIA DE PEDRO PABLO KUCZYNSKI A LA PRESIDENCIA.
Por: NELSON FREDY PADILLA/ El Espectador.

 

Una mirada a la historia política del país vecino a partir de la voz de Vargas Llosa y sus condiscípulos.

Con la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski a la Presidencia de la República recobra vigencia el interrogante “¿Cuándo se jodió Perú?”, manifestado hace casi medio siglo por Zavalita en Conversación en la Catedral, la clásica novela de Mario Vargas Llosa.

El protagonista, Santiago Zavala, periodista del diario limeño La Crónica -donde Vargas Llosa trabajó en siendo joven-, cree que el Perú de su época está “jodido”, pues coincide con el llamado “ochenio” de Manuel Odría, la dictadura de 1948 a 1956. Las mismas razones que mueven la mente y el alma de Zavalita llevaron en 1987 al propio Vargas Llosa a intentar cambiar la realidad de su Perú, a alejarse por un tiempo de la literatura para aspirar a la Presidencia de la República en las elecciones de 1990. Y recibió su lección. Fue derrotado por Alberto Fujimori, jefe de Estado entre 1990 y 2000, que al final del mandato generó otra crisis de poder. Acusado de dictador, terminó huyendo, para volver como reo, ser condenado y, a final del año pasado, indultado por el presidente que acaba de renunciar. Kuczynski abandonó el Palacio desde el que alguna vez gobernó el conquistador español Francisco Pizarro luego de que videos difundidos por Keiko -hija de Fujimori-, mostraran a su hermano Kenji -el menor de los Fujimori- comprando votos legislativos para evitar la destitución del mandatario. Rapiña. Retrato de hasta dónde llega la condición humana en su ambición por el poder.

Es el Perú al que el Nobel de Literatura Vargas Llosa le ha buscado explicación en una decena de novelas, desde Conversación en la Catedral(1969) hasta su recién lanzado ensayo La llamada de la tribu, un libro donde argumenta cómo pasó de ser militante de izquierda a liberal de derecha… Su biografía ideológica transita por la misma incertidumbre ficcional de Zabalita y del Perú real: “Descubrí la política a mis doce años, en octubre de 1948, cuando el golpe militar en el Perú del general Manuel Apolinario Odría derrocó al presidente José Luis Bustamante y Rivero, pariente de mi familia materna. Creo que durante el ochenio odriísta nació en mí el odio a los dictadores de cualquier género, una de las pocas constantes invariables de mi conducta política”.

El momento en que toma posición explica la crisis de hoy: “Sólo fui consciente del problema social, es decir, de que el Perú era un país cargado de injusticias donde una minoría de privilegiados explotaba abusivamente a la inmensa mayoría, en 1952, cuando leí La noche quedó atrás, de Jan Valtin, en mi último año de colegio. Ese libro me llevó a contrariar a mi familia, que quería que entrara a la Universidad Católica —entonces, la de los niños bien peruanos—, postulando a la Universidad de San Marcos, pública, popular e insumisa a la dictadura militar, donde, estaba seguro, podría afiliarme al partido comunista”. (Vargas Llosa se despide de sus libros).

El mundillo de intrigas vigente en el siglo XXI y pintado en Cinco esquinas(2016) a partir del barrio más violento de Lima, donde la vida transcurre en la cuerda floja día y noche. “Hay en esta ciudad, usted lo sabrá de sobra, gente que quiere hacerle daño. Por su prestigio, su poder, su fortuna. Esas cosas no se perdonan en el Perú. La envidia y el resentimiento florecen aquí con más fuerza que en cualquier otro país”. Desde allí Vargas Llosa construye la personalidad de los amos y señores del Perú en la era de Fujimori, inspirado especialmente en su sombra, Vladimiro Montesinos, a quien no necesita citar con nombre propio: “Desde entonces, el Doctor había sido el brazo derecho de Fujimori, y, como jefe del Servicio de Inteligencia, el presunto autor de las peores fechorías, tráficos, robos y crímenes políticos que se venían cometiendo en el Perú desde hacía diez años”. El poder para hacer y deshacer hasta el colapso.

Aunque tres años antes había publicado El héroe discreto, hecha a partir de la historia de dos comerciantes de Piura y Lima, para dejar constancia de cómo no claudicar ante la intolerancia y la tiranía. En este melodrama es como si la pregunta de Zabalita empezara a encontrar respuestas para que el Perú salga del atolladero, pero sin tener nada por seguro.

¿Una nación que no termina de identificarse consigo misma? Él lo planteó en el discurso de aceptación del Nobel en 2010: “Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de ‘todas las sangres’. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de s de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero delas culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles y africanos”.  Dijo: “Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el Aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!”.

El propio Vargas Llosa entendió desde muy joven por qué crecía en medio del caos: “Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí que el Perú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta entonces confinado y protegido, sino un país grande, antiguo, enconado, desigual y sacudido por toda clase de tormentas sociales. Son las células clandestinas de Cahuide en las que con un puñado de sanmarquinos preparábamos la revolución… ón mundial. Y el Perú son misamigos y amigas del Movimiento Libertad con los que por tres años, entre las bombas, apagones y asesinatos del terrorismo, trabajamos en defensa de la democracia y la cultura de la libertad”.

¿Cuándo se jodió Perú? Dice que lo vino a entender viviendo en París: “Tal vez o que más le agradezco a Francia sea el descubrimiento de América Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comunidad a la que hermanaban la historia, la geografía, la problemática social y política”.

Del antiguo Perú y del actual hablamos hace cuatro años en su apartamento en Lima y entonces veía con optimismo el horizonte político: “Yo creo que el Perú desde que cayó la dictadura de Fujimori en el año 2000, ha empezado a crecer rápidamente y no sólo en términos económicos, sino en consensos muy amplios que antes no existían, porque entre una derecha que era poco democrática y una izquierda que era poco democrática se han resignado y algunos sectores han descubierto con entusiasmo que el marco democrático es indispensable para por lo menos frenar la violencia y crear una coexistencia que permita vivir sin el terror y el pánico que hemos vivido tantos años”. (Entrevista política con Vargas Llosa).

Eso sin olvidar sus temores por “la relativa estabilidad que están viviendo nuestros países con relación al pasado”. Evocando La Fiesta del Chivo -su crítica a la tiranía impuesta por Trujillo a la República Dominicana-, advirtió: “No se puede descartar nunca el peligro de las dictaduras, que pueden gestarse en el populismo”. Para su Perú ya no teme un futuro comunista o socialista, en La llamada de la tribu(Alfaguara 2018) -que presentará en la Feria del Libro de Bogotá en abril- señala que el miedo reside, “y no sólo del tercer mundo”, en “los terribles líderes carismáticos, gracias a los cuales la ciudadanía retorna a ser masa enfeudada a un caudillo. Ése es el sustrato del nacionalismo, que yo había detestado desde muy joven, intuyendo que en él anidaba la negación de la cultura, de la democracia y de la racionalidad”. (Vargas Llosa en la Filbo 2018).

Así Vargas Llosa haya abandonado la política militante y viva más en Nueva York, Londres o Madrid que en Lima, sigue comprometido con su nación, porque “los latinoamericanos que creemos en la democracia tenemos una obligación moral”.

Por eso mientras se desarrolla otra crisis de gobierno, los escritores seguirán tratando de entender desde la ficción “¿Cuándo se jodió Perú?”. Un ejemplo: Los años inútiles, de Jorge Eduardo Benavides -nacido en Arequipa como Vargas Llosa-, novela en la que los personajes acaban preguntándose en qué momento se jodieron sus vidas.

Santiago Roncagliolo, otro escritor peruano de referencia, dijo al diario El Comercio: “El Perú se jodió cuando lo inventó Mario. Antes, podíamos ignorarlo alegremente, o considerarlo un agradable jardín de infancia. Pero las novelas vargasllosianas exhibieron su brutalidad, su desigualdad y su violencia, con más fuerza que muchos ensayos o reportajes. Esas ficciones nos obligaron a mirar la incómoda realidad. Pero también nos empujan a cambiarla”.

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