Piqué: “Era el Barça o nada”

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El central explica que de no haber renovado, lo más probable es que hubiera dejado el fútbol por falta de motivación en vestir otra camiseta

De adolescente, poco tiempo antes de hacer las maletas para Manchester porque le reclamó Sir Alex Ferguson en el United, Gerard Piqué descubrió una rendija en el Camp Nou —que ya no existe— por donde colarse. Así, en un par de ocasiones, travieso como era, la cruzó para sentarse en la grada y ver en silencio o con un par de amigos el estadio en el que soñaba jugar. Pareció perder el tren al marcharse a Inglaterra, pero unos años más tarde, después de que brillara en su cesión al Zaragoza, fue Pep Guardiola el que entendió que necesitaba a un zaguero que sacara la pelota limpia desde atrás, capaz de conducir hasta provocar al rival y generar huecos, también pases que superaran líneas de presión.

“Me iré a otro equipo Nike”, bromeaba por entonces el jugador a sus amigos los días antes de hacerse oficial el traspaso, dando a entender que la Juve —que también le quería— podía ser el destino. Pero el fax que llegó a su casa en Alderley Edge, a las afueras de Manchester, era del Barça. Y, desde entonces, solo ha pensado en azulgrana. Hasta le pidió a su representante que nunca más le pasara posibles ofertas de otros equipos. “Sí, así ha sido. Pero tampoco hemos tenido que escuchar nada porque es el Barça o nada. Si no hubiera firmado la renovación o si jugara en otro club, lo más normal es que lo dejara. No tengo la motivación de vestir otra camiseta”.

Ataviado con un traje de corte clásico y una corbata a juego, Piqué festejó ayer su renovación hasta 2022. De cumplir el contrato, completaría 14 temporadas en el primer equipo —además de siete en la cantera azulgrana—, donde ha conquistado 29 títulos por 15 del Madrid en el mismo tiempo. “¿Encarna usted este periodo de cambio?”, le cuestionaron. “No, no”, replicó al instante; “lo encarna Leo y nosotros le seguimos e intentamos ayudarle”. Y, aunque admitió que es importante tener un equipo competitivo como hasta ahora —“Desde que llegué no hemos tenido ningún año malo, siempre hemos ganado al menos un título—, también siseó que tanto le hubiese dado porque el Barça lo es todo en su carrera futbolística. “No ha sido difícil renovarle”, expresó el presidente, Josep Maria Bartomeu; “y yo hago broma, pero creo que no será su última renovación”. Recogió el testigo el central. “Veremos cómo me siento entonces, pero es más de cabeza que físicamente, porque hay que buscar las ganas de competir. Y si sigo así, seguiremos”, resolvió. Y quién sabe cuál es su final en el club, porque nunca escondió su deseo de ser presidente.

“EL ESPANYOL ESTÁ EN CORNELLÁ, ES UNA OBVIEDAD”

Futbolista con voz porque difícilmente se muerde la lengua, a Gerard Piqué se le cuestionó sobre los comentarios que hizo del Espanyol —“Espanyol de Cornellà”, lo definió— y que levantaron una buena polvareda hasta el punto de que le denunció el Ayuntamiento de la localidad y el propio club blanquiazul a LaLiga. “No me arrepiento”, replicó el central; “La Penya es el Joventut de Badalona y el Espanyol está en Cornellà, es una obviedad. Pero hoy no toca comentarlo. Ya jugaremos allí el fin de semana y después del partido ya daré titulares”, zanjó. Tras la eliminatoria de Copa, el Barcelona regresa al RCDE Stadium el domingo.

También se refirió a la selección española, que este verano afronta el Mundial. “Después de la cita lo más normal es que lo deje. Es un orgullo vestir la camiseta, pero hay etapas en la vida que por un tema de motivación, de que te quieres centrar en otras cosas, toca cerrarlas y cerrarlas bien. Irse siendo importante es dejar el pabellón alto”, repitió. Y hasta habló del proceso de independencia de Cataluña. “Solo pedí que se respetara el resultado de las elecciones y no está siendo respetado”, zanjó.

No hace tanto, Arda Turan se lo encontró de improviso en un restaurante de Barcelona y, abriendo los brazos y con su marcado acento, soltó: “¡Gerard Piqué, la leyenda y futuro presidente del Barcelona!”. Aunque de broma, el turco significaba el pensar del vestuario y de la afición culer, que ven en el central a un futbolista capital y quién sabe si en el futuro el mandamás del club. También lo piensa la directiva porque en un momento del acto, cuando se hacían fotos en el palco, el vicepresidente deportivo Jordi Mestre pareció señalarle una silla y decirle que pronto se sentaría ahí. “No sería un presidente al uso sino que sería bastante atípico”, se posicionó el futbolista; “pero me tiene que motivar porque me muevo mucho por la motivación. Ya veremos”.

Lo que tiene más claro es que desea entrar en el grupo de capitanes ahora que Mascherano ya está con el Hebei Fortune y ha dejado la cuarta plaza libre. “Siempre me he visto de capitán y me hizo daño en su día cuando no lo fui. Pero soy un jugador diferente, que me mojo más de la cuenta. Y entiendo que un vestuario prefiera otro perfil, aunque yo intento ayudar y ser ejemplo, aunque a veces no lo consiga”. Y añadió: “Cada uno tiene un rol. No por llevarlo voy a tener más peso. Sea o no capitán, seré igual, ayudaré igual. Es un trámite, es el cuarto capitán. No tiene tanta importancia”. Lo importante, tal y como festejó con su familia en el restaurante Hoffman tras el acto —una tradición—, que era seguir de azulgrana y jugar en ese césped con el que soñaba de niño desde la grada del Camp Nou, ya lo tiene.

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