El muro de Trump no detiene las balas

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MÉXICO – Un estudio del Senado mexicano asegura que unas 253.000 armas estadounidenses ilegales entran cada año en el país

El muro entre México y Estados Unidos no detiene a las personas, tampoco las balas. A pesar de que Donald Trump no ha cesado de repetir antes y durante su mandato que los mexicanos son “unos violadores y unos criminales” que llevan el delito a su país, lo cierto es que una de las principales amenazas para la vida al sur de río Bravo es el tráfico ilegal de armas desde Estados Unidos. Según el informe El control de armas en Estados Unidos y sus implicaciones para México del Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosque (CEIGB), del Senado mexicano, cada año más de 253.000 armas de fuego de contrabando cruzan la frontera entre ambos países y habrían sido utilizadas en el 56% de los 57.000 homicidios cometidos en México entre 2013 y 2016, unas cifras avaladas por la estadounidense Oficina de Rendición de Cuentas de Gobierno (GAO, en sus siglas en inglés) y de la organización American Friends Service Commitee(AFSC). No hay estadísticas oficiales, pero se calcula que en todo México circulan al menos unos 15 millones de armas de fuego, de las que unos 13 serían ilegales, lo que da idea de la magnitud del problema.

Aunque México tiene una de las legislaciones sobre armas más estrictas del planeta, los carteles de la droga y las organizaciones criminales no encuentran ningún problema para abastecerse en el vecino del Norte y teñir el país de sangre con sus fechorías, asaltos, control de los territorios y extorsiones varias. El resultado es que 2017, que no figura en el informe, ha sido uno de los años más violentos de la historia con casi 27.000 muertos (20,5 homicidios por cada 100.000 habitantes) y lugares como Baja California Sur o Cancún, antes paraísos de tranquilidad, en las primeras páginas de la nota roja. La mitad de las armas que se requisaron en México entre 2009 y 2014, siempre según el estudio, eran rifles semiautomáticos de las variedades AK y AR, los preferidos de los capos de la droga, y procedían de los Estados sureños de California, Texas y Arizona, donde se concentran buena parte de las armerías del país. “Estos tres territorios de frontera representan a más del 15% de los traficantes y prestamistas de armas con licencia”, se asegura en el documento. En concreto, solo entre California y Texas suman casi cinco millones de armas registradas.

El negocio de la violencia es muy lucrativo, pese a que en varios Estados de EE UU se esté intentando limitar el acceso a este tipo de armas, pero es muy fácil para los narcotraficantes o grupos mafiosos hacerse con esta mercancía a través de las ferias de armas en Estados Unidos, donde no se exige una comprobación de antecedentes penales, o mediante testaferros. De hecho, varios congresistas federales pidieron en 2017, recuerda el documento, que se tomasen las medidas necesarias para detener este tráfico ilegal y recordaron la declaración de Trump y del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, en la que ambos reconocían la importancia del problema y la urgencia de establecer controles en la frontera sur, algo que de momento sigue en el limbo. Mientras, un estudio de la Universidad de San Diego (California) cifra las ganancias anuales por el tráfico ilegal de armas en unos 127 millones de dólares solo en 2012, sin contar lo que se gana con la venta legal a las fuerzas de seguridad.

La investigación del Senado mexicano recuerda que más del 80% de las armas que circulan por Centroamérica, una de las regiones más violentas del mundo, son de procedencia estadounidense, así como el 60% de las que se pueden adquirir en la Dark web (Internet profundo) y recuerda que Trump ha buscado aliviar las restricciones para la venta de armas a Gobiernos extranjeros. “Las armas tienen un impacto nocivo en la relación bilateral”, señala el documento, en el que se insta a los dos Gobiernos ” a hacerle frente a través de medidas que puedan ser aprobadas en el Congreso estadounidense o en los Estados fronterizos pues ayuda a exacerbar los índices de violencia provocada por el crimen organizado, en especial durante el inicio de la llamada guerra contra las drogas”, concluyen al tiempo que inciden en las “leyes débiles y las altas tasas de importación y exportación” como factores que contribuyen a la escalada. En resumen, si Trump está preocupado por los bad hombres del otro lado de la frontera, podría empezar a pensar en que no tuvieran un fácil acceso a las pistolas.

Tomado de EL PAÍS / Cecilia Ballesteros

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