La caravana migrante inspira a más centroamericanos que buscan viajar a Estados Unidos

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TAPACHULA, México — Fue tan solo la semana pasada cuando una caravana con miles de migrantes centroamericanos pasaron la noche aquí en Tapachula, al sur de México.

Días después, llegó un nuevo grupo con cientos de personas que se quedó en la plaza principal y las aceras cercanas. Ahora, dos caravanas más están en camino.

El hecho de que la primera de estas caravanas logró avanzar de Honduras a Guatemala y después ingresó a México ha inspirado a otros migrantes que se organizaron para viajar en grupos numerosos. Esto revierte la lógica establecida hace muchos años de la migración centroamericana a Estados Unidos: en vez de tratar de moverse sin ser detectados, algunos migrantes sacrificaron la invisibilidad por la seguridad de viajar en grupo.

“Todos quieren hacer otra caravana”, dijo Tony David Gálvez, un trabajador agrícola hondureño de 22 años, quien caminó hasta Tapachula junto a otros migrantes y se detuvo a descansar en la plaza principal.

Aunque muchos migrantes no lo saben, esta nueva manera de viajar ha generado sentimientos antiinmigrantes en Estados Unidos y ha puesto nuevos obstáculos en su camino.

A medida que se aproximan las elecciones intermedias, el presidente Donald Trump intenta motivar a los votantes republicanos a enfocarse en inmigración, un tema que animó a su base electoral durante la campaña de 2016.

Trump calificó a la primera caravana, que partió de Honduras el 12 de octubre, como una horda invasora. Ha enviado militares a la frontera con México y considera tomar acciones ejecutivas para cerrarles la frontera a los migrantes, incluidos aquellos que buscan asilo.

Las personas que viajan en estas caravanas están conscientes de que Trump se opone a su ingreso a Estados Unidos y han escuchado sobre el despliegue militar en la frontera. Sin embargo, muchos afirman que son impulsados por una profunda fe de que cuando lleguen a la frontera, Trump se conmoverá y les abrirá las puertas.

Defensores de los migrantes como Miroslava Cerpas, del Centro de Investigación y Promoción de Derechos Humanos en Tegucigalpa, la capital hondureña, advierten que podrían ser separados, deportados o incluso resultar heridos durante la travesía.

Elementos de la Marina fueron apostados en el lado mexicano a lo largo de la frontera con Guatemala, algunos en lanchas en el río Suchiate. CreditTodd Heisler/The New York Times

No obstante, muchos de los migrantes son profundamente religiosos y “creen que habrá un milagro y aparecerá algún Moisés” para guiarlos, afirmó Cerpas. “Para esta gente, esta es la caravana de la esperanza”, dijo.

El presidente estadounidense ha presionado a los gobiernos de México y Centroamérica para evitar que los migrantes continúen su viaje hacia el norte, lo que ha creado un dilema político y de relaciones diplomáticas en la región. Los mandatarios de Guatemala y Honduras, ambos enfrascados en acusaciones de corrupción, ordenaron a las fuerzas de seguridad detener a los grupos —pero fue en vano—. Los migrantes pasaron al lado de los agentes enviados a impedir su avance.

La respuesta del gobierno mexicano ha sido contradictoria. Los funcionarios parecen ser sensibles al contraste que deben mostrar en comparación con la mano dura del gobierno de Donald Trump hacia los migrantes, incluidos los migrantes mexicanos. Al mismo tiempo, tienen la intención de mantener en buenos términos la relación de México con Estados Unidos.

El gobierno mexicano invitó a los migrantes a solicitar asilo, y casi 1700 han aceptado la oferta, señalaron las autoridades el 30 de octubre. “En México no se criminaliza la migración no documentada”, dijo Alfonso Navarrete Prida, secretario de Gobernación, el 28 de octubre. “Esta es una población vulnerable”.

Navarrete advirtió que los migrantes deben respetar la ley y presentar sus documentos para buscar refugio. Sin embargo, quedó claro que México no tiene la capacidad operativa para controlar el flujo de centroamericanos a través del país.

Varios migrantes que llegaron a Tapachula el 30 de octubre dijeron que el éxito del primer grupo, que atravesó Guatemala y logró ingresar a México con relativa seguridad, los inspiró a iniciar el viaje.

Las imágenes de esta migración masiva muestran el poder de viajar en grupos grandes. Mujeres jóvenes se sienten lo suficientemente seguras para llevar a sus hijos a lo largo de la carretera en carriolas donadas y las familias se amontonan en las camionetas que les ofrecen transporte. En los ríos con fuertes corrientes, las personas forman cadenas humanas para lograr cruzar.

Juntos, el viaje también es más barato, dijo Mauro Verzeletti, un sacerdote católico que dirige Casa del Migrante, un refugio en Ciudad de Guatemala. El eclesiástico sostiene que, al viajar en grupos, los migrantes pueden evitar la “estructura de coyotaje, de narcotráfico, de crimen organizado” que durante años ha controlado el trayecto al cobrar miles de dólares.

Durante su recorrido los grupos también han recibido mucho apoyo —comida, ropa, refugio, atención médica— por parte de los gobiernos y ciudadanos comunes.

Después de que Trump asumió la presidencia, el número de cruces ilegales en la frontera suroeste de Estados Unidos descendió hasta alcanzar la cifra más baja en más de cuarenta años. Sin embargo, los números comenzaron a elevarse de nuevo este año. En septiembre, una cantidad récord de personas que viajaban en familia fueron arrestadas por la Patrulla Fronteriza.

Hondureños bañándose en el centro de Tapachula CreditTodd Heisler/The New York Times

Lo que esta movilización hace es darle visibilidad “a un fenómeno que se ha dado desde hace mucho tiempo pero que nadie quería ver”, dijo César Ríos, director del Instituto Salvadoreño del Migrante en San Salvador, una organización que trabaja con deportados.

Cuando la primera caravana salió de San Pedro Sula, Honduras, el 12 de octubre, solo estaba conformada por algunos cientos. Pero los noticieros televisivos difundieron la noticia y miles de personas se unieron a la procesión conforme cruzó la frontera con Guatemala y se dirigió hacia México.

Los migrantes se enfrentaron brevemente con las fuerzas de seguridad guatemaltecas y mexicanas el 19 de octubre en el río Suchiate, que marca la frontera entre ambos países. Sin embargo, la mayoría cruzó hacia México conforme los esfuerzos para detener su avance cedieron ante el tamaño del contingente, estimado en unas siete mil personas para ese momento.

Los migrantes —que en su mayoría son de Centroamérica— se dividieron después de llegar a México. Algunos decidieron seguir adelante a un ritmo más rápido, mientras otros se quedaron atrás para recuperarse, solicitar asilo al gobierno mexicano o regresar a sus países.

A pesar de eso, el grupo principal que el 31 de octubre estaba en la ciudad mexicana de Juchitán está conformado por miles de personas.

Su viaje hacia el norte ha resonado profundamente en los países de Centroamérica donde cientos de miles de personas han huido en los últimos años para escapar de la violencia y la represión política, así como de la pobreza exacerbada por la sequía y los problemas con los cultivos.

Hace alrededor de dos semanas, otra caravana se formó en el pueblo hondureño de Comayagua. Cuando partió estaba compuesta por 350 viajeros, según afirmaron varios migrantes, y para cuando cruzó la frontera con Guatemala ya había crecido a alrededor de 1500.

Varias personas contaron que los migrantes arrollaron a las fuerzas de seguridad y continuaron hacia el norte. Más personas se unieron al grupo conforme se movía por Guatemala. Uno de ellos es Marvin Tol, de 35 años, quien es de la ciudad guatemalteca de Escuintla.

“Mi país está malísimo”, dijo Tol quien explicó que intenta migrar a Estados Unidos en busca de trabajo. Sin embargo, las noticias sobre el paso de esta caravana —y el éxito de la anterior que pudo cruzar varias fronteras sin trabas— lo inspiraron a acelerar su partida.

“Planeaba irme, pero me uní a la caravana”, dijo Tol en Tapachula el 30 de octubre.

Migrantes descansando en Tapachula. El objetivo de viajar en caravanas es estar un poco más seguros al trasladarse en contingentes numerosos. CreditTodd Heisler/The New York Times 

Una tercera caravana salió de San Salvador el 28 de octubre y se espera que llegue a la frontera sur mexicana en los próximos días. Una cuarta se formó en el departamento hondureño de Olancho y viaja a través de Guatemala en estos momentos, dijo Cerpas, la defensora de los migrantes en Honduras.

El gobierno mexicano evitó el avance de la primera caravana en el cruce legal de su frontera sur, pero los migrantes la atravesaron de manera ilegal, lo que hizo enojar a Trump. Cuando la segunda caravana, compuesta según los funcionarios por entre 1500 y 2000 personas, llegó a la frontera sur de México el 28 de octubre, los migrantes se encontraron con una demostración de fuerza policiaca.

Una pelea comenzó después de que un policía mexicano insultó la bandera hondureña de los migrantes, dijo Sergio Seis, el funcionario migratorio del gobierno de Ciudad Hidalgo, la cual se encuentra en la frontera.

Los migrantes lanzaron botellas y piedras antes de que la policía los obligara a retroceder con gas lacrimógeno, afirmaron varios testigos. Un migrante murió.

El 29 de octubre, los miembros de la caravana formaron una cadena humana y caminaron a través del río Suchiate. Efectivos de la Secretaría de Marina de México observaron desde lanchas, pero no intervinieron, contaron las personas que trabajan con botes en ese tramo del río.

“Se vio bonito y triste al mismo tiempo porque vinieron niños, vinieron mujeres”, dijo Juan Carbajal Díaz, quien vio el paso de la cadena.

Un helicóptero de la Policía Federal mexicana sobrevoló el lugar donde se encontraba el grupo durante por lo menos dieciocho minutos y el aire de sus aspas sacudía las aguas del río.

Abajo de los rotores se encontraba Delmis Aracely Macedo, de 30 años, que viaja con Gálvez, su novio. Ella cuenta que comenzó a llorar porque temía ahogarse.

Después, las autoridades comenzaron a ceder. La mayoría de los migrantes treparon para entrar a México y su ingreso aparentemente fue ignorado.

En México, la primera caravana fue recibida con un gran apoyo. Sin embargo, los migrantes son conscientes de que es posible que las próximas caravanas no reciban la misma bienvenida.

Gálvez dijo, entre risas, que la caravana es como ser un invitado: “El primer día huele y el tercer día hiede”. The New York Times/Kirk Semple y Elisabeth Malkin

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