POR GLENN GARVIN/ el Nuevo Herald.
MANAGUA, NICARAGUA
Un meme que circula en las redes sociales en Nicaragua resume friamente las opiniones de los críticos del presidente Daniel Ortega. Titulado “Asuntos que abordará el diálogo nacional”, como han dado en llamar las próximas negociaciones entre el mandatario y sus opositores, incluye solamente dos: “¿Cuándo te vas?” y ¿Quién se va contigo?”
Después de dos semanas de sangrientos enfrentamientos en las calles entre fuerzas contrarias y partidarias de Ortega, los opositores, como señala el meme, no pueden imaginar ninguna solución que incluya su permanencia en el poder, pero la mayoría tampoco puede imaginar un escenario en que Ortega abandone el poder por su propia voluntad.
“O se marcha de una manera civil, obedenciendo la ley y deteniendo la brutalidad y la corrupción, o se convierte en la versión nicaragüense de los Ceausescu”, dijo el periodista nicaraguense Alvaro Cruz, director del Diario El Mundo, de El Salvador, refiriéndose a la pareja que gobernó Rumania y que terminó ejecutada sumariamente cuando se resistieron a un levantamiento popular.
Claribel Orozco, dueña de El Mercadito nicaragüense, da su opinion sobre las protestas que ocurrieron en Nicaragua. Sebastián Ballestas
“Al leer sobre nuestra historia, siempre me he preguntado por qué los dictadores no se van cuando el pueblo deja en claro que deben hacerlo. Eso se debe a su arrogancia es mayor que su raciocinio. Eso es lo que está sucediendo con Ortega y [su esposa y vicepresidente, Rosario]Murillo. No entienden que esto no va a parar. Sólo va a crecer”.
Al menos 63 personas, casi todos estudiantes, han sido abatidas en enfrentamientos callejeros aquí desde que las manifestaciones contra Ortega comenzaron a principios de abril, y más de 400 han sido heridos. Y aunque la temperatura de los enfrentamientos ha bajado significativamente después que Ortega aceptó ir a un diálogo nacional —cada parte organizó enormes manifestacciones con decenas de miles de partidarios durante el fin de semana— subirá de nuevo si el diálogo fracasa.
Periodista entre los muertos por disturbios en Nicaragua
En un video granuloso y grabado por la noche, el periodista Ángel Gahona, vistiendo vaqueros y una camiseta azul, sostiene un teléfono celular y habla mientras se acerca a la fachada del ayuntamiento en Bluefields, Nicaragua. Facebook
“Aquí estamos en crisis”, dijo Óscar Sobalvarro, presidente de una asociación de pequeños ganaderos y decidido opositor de Ortega. “Si el diálogo no produce una solución, será cuestión de semanas antes que surjan problemas serios”.
Cualquiera que sea el resultado del diálogo, que se espera comience en pocos días, la velocidad con la que la presidencia de Ortega, ahora en su onceno año, pasó de ser una de las más estables de Centroamérica a una de las que corre mayor peligro, ha asombrado a casi todos en el espectro político. “Ortega no lo vio venir, los partidos de oposición tampoco, la comunidad diplomática tampoco, y yo no lo vi”, dijo Francisco Aguirre, ex canciller, embajador y legislador nicaragüense.
Francisco Aguirre, ex canciller, embajador y legislador nicaragüense.
Las protestas comenzaron el 18 de abril, después que Ortega anunció un aumento en el impuesto por la Seguridad Social, además de reducciones en los servicios. Los estudiantes, ya inquietos por lo que consideraban una respuesta lenta e inadecuada del gobierno a un incendio forestal en una reserva nacional, realizaron manifestaciones en Managua y media docena de otras ciudades en todo el país.
El gobierno respondió con una intensidad aplastante. La policía no solamente disparó contra los manifestantes, sino que la grabaron en video entregando piedras a numerosos miembros del Partido Sandinista del presidente para atacar a los estudiantes. A medida que el saldo de muertos aumentaba, fotos de las espantosas heridas sufridas por las víctimas comenzaron a publiarse en Facebook y Twitter, además de la muerte a tiros trasmitida en vivo en Facebook de un periodista a manos de un agresor no identificado.
Irrumpen protestas en Nicaragua por reformas a la seguridad social
Manifestantes en Nicaragua fueron atacados por activistas progubernamentales en una Universidad en Managua, Nicaragua. Ernesto Alonso y Anthony Gonzalez via Storyful Al Diaz
El derramamiento de sangre pronto hizo que las protestas fueran más allá de los detalles del sistema de la Seguridad Social, y empezaran a exigir la renuncia de Ortega y Murillo. Y a medida que la violencia continuó, reveló la tenue naturaleza de su aparentente estabilidad.
Robert Callahan, diplomático retirado estadounidense, quien fue embajador en Nicaragua entre el 2008 y el 2011.
“[Ortega] nunca ha tenido apoyo popular”, dijo Robert Callahan, diplomático retirado estadounidense quien sirvió en tres países centroamericanos, incluido un período como embajador en Nicaragua entre el 2008 y el 2011. “Él es un maestro de la manipulación y entiende muy bien el sistema político de Nicaragua. Eso no es lo mismo que popularidad”.
Ortega llegó inicialmente al poder como jefe de los sandinistas cuando eran un ejército guerrillero en vez de un partido político. Cuando los sandinistas derrotaron a la dinastía de la familia Somoza que gobernó Nicaragua durante más de cuatro décadas, Ortega se convirtió en presidente. Pero la primera vez que permitión elecciones libres y supervisadas internacionalmente en 1990, después de ocho años de guerra civil, Ortega perdió al conseguir solamente el 40 por ciento de los votos.
“A final de cuentas, perdió tres elecciones seguidas —1990, 1996 y 2001— con el mismo 35 o 40 por ciento del voto”, señaló Aguirre.
Fue solamente cuando Ortega le ofreció un trato a su principal opositor, Arnoldo Alemán, del Partido Liberal, que su fortuna cambió. Alemán había sido presidente, pero la Constitución de Nicaragua le prohibía volver a postularse. Ortega le ofreció apoyar un cambio constitucional que permitiera la reelección presidencial si Alemán respaldaba otra enmienda que permitiera al candidato presidencial ser elegido sin segunda vuelta si alcanzaban el 35 por ciento de los votos.
Llegaron a un acuerdo, y en las elecciones del 2006, con el Partido Liberal dividido entre dos candidatos, Ortega ganó los comicios con solamente el 38 por ciento de los votos. Desde entonces, ha llenado la Corte Suprema y su poderoso Consejo Electoral con sandinistas, quienes, uno por uno, han eliminado a los principales partidos de oposición de la boleta, lo que ha permitido a Ortega postularse esencialmente sin oposición.
Con los electores fuera de su camino, Ortega ha evitado cuidadosamente crearse enemigos poderosos. Aunque llegó al poder como un revolucionario marxista que confiscó miles de propiedades, desde el 2006 Ortega tiene un pacto con el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), que les permite funcionar mientras no interfieran en la política, lo mismo que hizo la dinastía Somoza en su momento.
Pero cuando Ortega hizo candidata a la vicepresidencia a su esposa en el 2016, los nicaragüenses comenzaron a acusarlo de practicar el “somocismo sin Somoza”. “Nombrar a Rosario [Murillo] vicepresidenta fue algo esencialmente somocista”, dijo Callahan. “Está creando una dinastía política basada no en un partido o ideología, sino en la familia”.
Incluso sin las implicaciones nepotistas, el nombramiento de Murillo no habría sido bien recibido. La manera en que habla la ha hecho extraordinariamente impopular. Cuando Murillo manejaba la respuesta del gobierno durante los primeros días de protestas —Ortega se mantuvo invisible durante las primeras 72 horas, y se supuso que estaba en Cuba para tratarse una enfermedad de la sangre que lo afecta desde hace años, aunque el gobierno nunca lo confirmó—, Murillo empeoró las cosas al llamar a los maniestantes “criminales” y “vampiros en busca de sangre”.
Murillo llegó a decir que eran una colección derechista de “grupos minúsculos y tóxicos”, frases que enfurecieron a los manifestantes, en su mayoría de centroizquierda. Los inconformes contraatacaron derribando muchos de los “árboles de la vida” metálicos de colores vivos que Murillo ha colocado en Managua, en un inútil intento de embellecimiento de lo que generalmente se acepta como la capital más fea de Centroamérica.
Ortega ha estado claramente a la defensiva desde que finalmente apareció en el cuarto día de las manifestaciones. Primero suspendió y luego canceló los cambios a la Seguridad Social, y aceptó el diálogo nacional propuesto por la Iglesia católica. (En el 2014 ignoró una solicitud de diálogo casi idéntica). La jefa de la Policía Nacional, Aminta Granera, ha desaparecido del escenario público y se rumora que está bajo arresto domiciliario.
Tal vez lo más importante es que el Ejército nicaragüense ha manifestado su reticencia a participar en una ofensiva contra las protestas. “Estamos convencidos de que el diálogo es la ruta que mejor se adapta a nuestro pueblo”, dijo el Ejército en un comunicado al comienzo de las protestas. La declaración fue aún más significativa porque el jefe del Ejército, Julio César Avilés, es un favorito de Ortega. El presidente incluso violó el protocolo militar para nombrar a Avilés a un segundo mandato como jefe de las fuerzas armadas.
“Esto es una gran noticia”, dijo el economista nicaragüense Edmundo Jarquin, quien fue embajador de Ortega, miembro del gabinete y legislador sandinista antes de separarse del partido a mediados de la década de 1990. “Esto significa que Ortega no podrá usar el ejército como instrumento de represión. El Ejército salió durante las protestas, pero estrictamente en una postura defensiva, rodeando algunos edificios del gobierno. No persiguieron a nadie. No lastimaron. nadie.”
La estudiada neutralidad del Éjército no es la única señal de división dentro de las filas sandinistas. La vieja guardia del partido, incluso cuando no está de acuerdo con una política particular de Ortega, generalmente reconoce su autoridad moral para dirigir. Pero son mucho menos leales a Murillo. “Entraron marchando en Managua detrás de Ortega en 1979”, dijo un nicaragüense en contacto con algunos de los veteranos sandinistas. “Pero nadie marchó a ninguna parte con Murillo”.
La renuencia de los veteranos a hacer de la vicepresidencia de Murillo un problema de morirse o morir se complica por el hecho de que muchos de sus familiares más jóvenes están en el lado opuesto de las barricadas. Las protestas han creado una brecha generacional entre los sandinistas. Varios de los manifestantes estudiantiles heridos o muertos provienen de familias sandinistas. “Son los nietos de las personas que derrocaron a Somoza quienes van a derrocar a Ortega”, dijo el director de priódico Cruz
La oposición tiene su propia brecha generacional. Hay poca relación entre los jóvenes universitarios que luchan en las calles y los ejecutivos y políticos más antiguos que los apoyan. “De cinco millones de nicaragüenses, tenemos que encontrar a alguien que sea menor de 45 años para liderar la oposición”, admite un empresario de unos 70 años. “Todos nuestros líderes son elefantes”.
Aún más preocupante para la oposición es la falta de una estrategia para el diálogo, que se espera comience a principios de este mes y no dure más de 30 días. Una facción, liderada por algunos de los miembros más acaudalados de la comunidad empresarial, está abogando por algo que se conoce como la Escalera Dorada: Ortega, Murillo y algunos de sus principales cuadros podrían renunciar y vivir en paz con la promesa de que no se investigaría penalmente su conducta o riqueza. (La falta de fiscalización de grandes sumas de ayuda externa enviada al gobierno de Ortega por los gobiernos de Venezuela y Libia ha desencadenado sospechas de robo en mayor cuantía por parte de la oposición).
Una segunda estrategia es un enfoque más moderado: Ortega deja a Murillo como vicepresidente, luego cambia la ley electoral para dar a la oposición una oportunidad justa en las elecciones municipales del próximo año.
El problema es que nadie en la oposición puede realmente imaginarse al famosamente obstinado Ortega cediendo cualquiera de estas cosas. “La ideología de Ortega ahora es ‘poder para el dinero, dinero para poder’, y tampoco va a ceder voluntariamente”, dijo Jarquín, quien conoce bien al presidente. “La única forma en que este diálogo funcionará es si la OEA y otras organizaciones internacionales realmente ejercen presión”.
Por otro lado, la estrategia de Ortega es obvia: Demorar las cosas, ganar tiempo, ahogar el diálogo en detalles. Ya hay quejas sobre a quién representarán los nueve participantes en el diálogo. El plan de la Iglesia era darle al gobierno tres asientos, tres a la Iglesia misma y tres a la ampliamente definida “sociedad civil”.
Pero ahora los cristianos evangélicos, los campesinos, los sindicatos y algunos de los aproximadamente 30 partidos políticos de Nicaragua exigen ser incluidos. Si el diálogo se empantana en los detalles de cómo organizarse, el proceso no irá a ninguna parte.
“Cuanta más confusión, cuantos más asuntos hay que tratar, mejor para los sandinistas”, dice Aguirre. “La gente se aburrirá y distraerá. Y cuando comiencen los partidos de fútbol de la Copa Mundial, todos los verán por televisión, no saldrán a la calle”.